¿Qué es la autoestima?

Glenn Schiraldi, autor de varios artículos y libros sobre salud mental y física define la autoestima como “una opinión realista y apreciativa de uno mismo”. Es valorarse de manera precisa y honesta, quererse, cuidarse y gustarse.

Es poseer un orgullo sano; respetarse, sentirse digno y agradecido por los propios logros, talentos, servicios o pertenencia a algún grupo familiar, étnico, etc. Es también tener una humildad saludable; creer que todas las personas son igualmente valiosas, apreciarse con los aciertos y desaciertos y reconocer lo mucho que aún se tiene por aprender.

El autor explica que la autoestima saludable es diferente de la vergüenza autodestructiva y el orgullo contraproducente. En la vergüenza o humildad autodestructiva, las personas tienen una opinión negativa de sí mismas, que es poco precisa y realista. Creen que son inferiores a los demás, experimentan sentimientos de vergüenza y disgusto. Tienden a la sumisión y carecen de auto-respeto.

Por otro lado, las personas con un orgullo contraproducente, creen que son superiores y más importantes que los demás. Tratan de impresionar a otros y experimentan una excesiva necesidad y deseo de ser admirados. Se comportan de manera arrogante, engreída y narcisista. Estos dos extremos están arraigados en la inseguridad y el miedo.

Cómo cultivar la autoestima

Schiraldi describe tres fundamentos importantes para construir la autoestima; la valía, el amor incondicional y el crecimiento, siendo imprescindible desarrollar las dos primeras bases seguras, para así, enfocarse en el crecimiento.

1. Valor incondicional

Esta primera base para construir una autoestima saludable, nos invita a reconocer el valor incondicional e inherente de los seres humanos. Algo quizá difícil de asimilar para algunas personas, dado el bombardeo de información que asocia la valía de una persona con su apariencia, inteligencia, popularidad, etc.

El valor incondicional humano es descrito por cinco axiomas desarrollados por la Dra. Claudia A. Howard (1992):

  • Todos tenemos un valor infinito, interno e incondicional como personas.
  • Todos tenemos el mismo valor como personas. No se compite por el valor. Aunque una persona pueda ser mejor en los deportes, en los estudios o en los negocios, y otra sea mejor en habilidades sociales, las dos, tienen el mismo valor como seres humanos.
  • Los factores externos no añaden ni restan valor. Lo externo incluye cosas como el dinero, la apariencia, el desempeño, los logros. Esto solo incrementa nuestro valor de mercado o social. El valor como persona, sin embargo, es infinito e inalterable.
  • El valor es estable y nunca está en juego (incluso si se es rechazado por alguien).
  • El valor no tiene que ganarse ni probarse. Ya existe. Sólo hay que reconocerlo, aceptarlo y apreciarlo.

Desprenderse de la idea de una valía condicionada

Schiraldi explica que “somos importantes y valiosos como personas porque nuestro ser espiritual y esencial es único, precioso, bueno, y de un valor infinito, eterno e inalterable”.

Describe que, como un bebé recién nacido, nuestro yo interno es fundamentalmente bueno y completo, y está lleno de potencial. Sin embargo, con el tiempo el Yo interno se rodea de elementos externos (la crítica, malos tratos, acciones y patrones de pensamiento negativos) que pueden esconder u ocasionar que sea difícil ver y experimentar nuestro valor, mientras que otros (el amor, expresar nuestros talentos, ayudar a otros) nos ayudan a verlo y sentirlo más fácilmente. Estos factores externos cambian la forma en la que se experimenta nuestra valía, más no el valor en sí mismo.

Comprender que nuestro valor es incondicional nos libera de esa búsqueda constante de aprobación. No hay necesidad de hacer las cosas para demostrar nuestra valía, no hay que ser como alguien más para ganar valor. Así mismo, podemos afrontar mejor la adversidad y los cambios de vida, ya que entendemos que nuestra valía no entra en juego por los errores, rechazos o las malas situaciones y experiencias. Una cosa es sentirse mal por los acontecimientos y comportamientos y otra sentirse mal o avergonzado del yo interno.

De la misma manera empezamos a reconocer el valor inherente en los demás. No es necesario fomentar la violencia, la separación y desigualdad por las diferencias de raza, género, religión, estatus económico, etc. No se justifica la competencia que pasa por encima del otro, la envidia o el odio si logramos entender esta sencilla verdad de que todos valemos igual como personas.

2. Amor incondicional

Schiraldi, describe el amor como un sentimiento y una actitud en la que queremos lo mejor para nosotros y los demás. Es una decisión y compromiso que se hace todos los días y una habilidad que se puede aprender y cultivar a través de la práctica. El amor no nos define, ni nos provee de valía, mas sí nos ayuda a reconocerla, experimentarla y apreciarla con mayor facilidad. Todos necesitamos sentirnos amados, respetados, aceptados y valiosos. Si no hemos recibido este amor de otros, es importante que nosotros mismos tomemos la responsabilidad de dárnoslo incondicionalmente, ya que el amor sana y es el fundamento para crecer.

Una manera de cultivar el amor, es mediante la práctica de la auto-compasión. Kristin Neff, investigadora y profesora de la universidad de Texas, habla de tres componentes que nos ayudan a hacerlo. Descrito brevemente, el primero, es ser amable y comprensivo con nosotros mismos, en lugar de críticos, cuando sufrimos, fracasamos o nos equivocamos. El siguiente componente implica reconocer nuestra humanidad en común. Es recordar que estamos interconectados y que todos compartimos experiencias de imperfección, cometemos errores y tenemos dificultades.

Finalmente, el tercer componente es la atención plena. La disposición de observar con claridad nuestras experiencias internas (pensamientos, emociones) tal como son en el momento presente. Sin exagerarlas, ignorarlas o juzgarlas, para poder responder y afrontar la realidad de manera compasiva y eficaz.

3. Crecimiento

Este componente se enfoca entonces en desarrollar el potencial físico, mental, social y emocional que existe en nosotros y también de compartirlo con los demás.

Shiraldi explica que el crecimiento es un proceso continuo que requiere de esfuerzo, ayuda y que nunca se termina del todo, pero que es satisfactorio porque surge a partir de las bases seguras de la valía, el amor y de un sentimiento de calma, en lugar de ansias. Si estas bases están ausentes, los éxitos y logros rara vez llevaran a una autoestima saludable.

De igual manera, desarrollar nuestras capacidades no incrementa o cambia nuestro valor, porque nacemos con él. Más bien, al crecer vemos nuestro ser esencial con mayor claridad, estamos expresando nuestro valor, cambiamos las percepciones que tenemos de nosotros mismos y experimentamos quiénes somos con más alegría y satisfacción.

Crecer consiste en elegir actuar en integridad con nuestros valores, eliminar los comportamientos que no nos hacen bien y disfrutar del proceso sin temer el fracaso y preocuparse en exceso por los resultados. Cada persona tiene su camino y va a su propio ritmo. La autoestima, es entonces, una combinación de la auto-aceptación (valía y amor) y del crecimiento.

Referencias:

  • Neff, K. (2012). Sé amable contigo mismo. El arte de la compasión hacia uno mismo. Barcelona, España: Oniro.
  • Schiraldi, G.R. (2016). The Self-Esteem Workbook. Second Edition. Oakland, CA: New Harbinger
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